jueves, 30 de abril de 2009
Las paradojas inconclusas de Pedro Pablo Oliva (fragmentos)
por Hector Antón Castillo
[Pedro pablo Oliva] intentó conciliar el expresionismo rebelde de Antonia Eiriz y el surrealismo de Chagall y Magritte. Ello sin obviar las elecciones poéticas de paradigmas de la vanguardia cubana: el lirismo visible en la pintura épica de Servando Cabrera y la vena satírica del también pintor y dibujante humorístico Eduardo Abela. Reconocidas o reconocibles, la huella de los maestros encontró un refugio seguro en la impronta ética que caracterizaría su trayectoria: ser un cronista de su tiempo dispuesto a burlar las trampas de los vaivenes políticos y, más que nada, conservar el privilegio de soñar aún pisando un terreno movedizo.
Contrario a frecuentes suposiciones, Pedro Pablo nunca resulta ambiguo. Más bien lo asiste una dualidad poético-política que lo induce a colocar la apertura simbólica de la situación por encima de la clausura del relato. Por lo que "el fin justifica los medios" en un contexto poético. Al violentar el principio de la definición política, este termina siendo una premisa tan cuestionable como inútil. Ángel o demonio, culpable o inocente, se trata de un hombre que asegura hacer arte convencido de que nadie tiene derecho a pronunciar la última palabra bajo ninguna circunstancia. Quizá esta constituya su única y perenne herejía.
[Pedro pablo Oliva] intentó conciliar el expresionismo rebelde de Antonia Eiriz y el surrealismo de Chagall y Magritte. Ello sin obviar las elecciones poéticas de paradigmas de la vanguardia cubana: el lirismo visible en la pintura épica de Servando Cabrera y la vena satírica del también pintor y dibujante humorístico Eduardo Abela. Reconocidas o reconocibles, la huella de los maestros encontró un refugio seguro en la impronta ética que caracterizaría su trayectoria: ser un cronista de su tiempo dispuesto a burlar las trampas de los vaivenes políticos y, más que nada, conservar el privilegio de soñar aún pisando un terreno movedizo.
Contrario a frecuentes suposiciones, Pedro Pablo nunca resulta ambiguo. Más bien lo asiste una dualidad poético-política que lo induce a colocar la apertura simbólica de la situación por encima de la clausura del relato. Por lo que "el fin justifica los medios" en un contexto poético. Al violentar el principio de la definición política, este termina siendo una premisa tan cuestionable como inútil. Ángel o demonio, culpable o inocente, se trata de un hombre que asegura hacer arte convencido de que nadie tiene derecho a pronunciar la última palabra bajo ninguna circunstancia. Quizá esta constituya su única y perenne herejía.
Deformados por la realidad de los sueños o de las pesadillas, los personajes de Oliva se contraen agobiados por la calma. Ellos representan la épica cotidiana de una aventura imposible, donde la ternura se revierte en una tristeza sin medios para sublimarla. Desde una siesta compartida en un sillón de mimbre hasta la pareja condenada a vivir eternamente con una piedra en la cabeza, se percibe la quietud física como símbolo del tormento existencial.
Al reducir la contingencia social al absurdo, el artista se reduce también al absurdo de alguien destinado a una tarea lamentable: suavizar la desgracia mediante la parodia. Probablemente aspiró a sugerir que nada es más vergonzante como reírse de las desgracias que asedian a los humanos. Darle término a esta serie pudo devolverle la tranquilidad a Pedro Pablo Oliva. Solo así estaría a salvo de verse especulando con las secuelas del dolor ajeno. Ante un riesgo semejante, era preferible pintar escenas bucólicas de ese tedio doméstico recurrente en muchos de sus lienzos.
Al reducir la contingencia social al absurdo, el artista se reduce también al absurdo de alguien destinado a una tarea lamentable: suavizar la desgracia mediante la parodia. Probablemente aspiró a sugerir que nada es más vergonzante como reírse de las desgracias que asedian a los humanos. Darle término a esta serie pudo devolverle la tranquilidad a Pedro Pablo Oliva. Solo así estaría a salvo de verse especulando con las secuelas del dolor ajeno. Ante un riesgo semejante, era preferible pintar escenas bucólicas de ese tedio doméstico recurrente en muchos de sus lienzos.
Los personajes de Pedro Pablo Oliva están condenados al silencio de una culpa fantasma que les recuerda un viejo proverbio: "La paciencia es la llave que abre la última puerta". Por mucha que sea la inconformidad de los sujetos de la historia, estos no se revelarían contra los verdaderos culpables. Estas escenas configuran una especie de alter ego de su creador: una sensibilidad donde la humildad y la soberbia entablan una porfía mental cuyo desenlace incluye su misma falta de solución.
martes, 28 de abril de 2009
COMING SOON
Tal y como anuncia el encabezamiento muy pronto estará aquí el primer artista invitado a ANTROPO-OPUS; mi intención es acompañar las imágenes con algunas notas; aunque generalmente serán artistas no tan conocidos encontrados en cualquier rincón de la web no descarto subir imágenes de otros bien reconocidos que están entre mis preferidos; como para muestra un botón encabezo este párrafo con una pieza de Pedro Pablo Oliva compatriota de quien nada tengo que decir, su pintura me sobrecoge, es una avalancha estética aplastante.
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