miércoles, 23 de septiembre de 2009

La Venus de Milo, de Cnido y de Médici.

La Venus encontrada, desenterrada y desterrada de la Isla de Milo fué atribuida, como al parecer era más lógico, a las manos del más conocido escultor de la Grecia antigua conocido por la fecha del descubrimiento mediados del siglo XVII: Praxiteles, autor de otras representaciones de Afrodita (nombre original de la diosa del amor y la belleza en el Olimpo griego, Venus es su nombre en latín), este error le valió a la Venus de Milo la pérdida de su pedestal donde estaba inscrito el nombre del verdadero autor de aquél portento de belleza, mujeraza de algo más de dos metros de estatura de perfil indudablemente griego ¿cómo desprestigiarse revelando el error? Las autoridades del Museo del Louvre decidieron privar al público de esta parte del conjunto así como no incorporarle los brazos rústicamente terminados en comparación con la magnífica pieza, algo usual en las esculturas antiguas griegas donde las partes menos importantes podían tener un acabado diferente; también era costumbre colorear y adornar con abalorios a esta representaciones de sus mundanas divinidades; pero quién concibe hoy día estos mármoles con color, ¡sería un sacrilegio! El nombre de Alexandro de Antioquia quedó olvidado junto al pedestal original, fue reinvindicado mucho más tarde siendo esta Venus su trabajo más relevante aunque fuera reconocido también como ganador de conscursos de canto y composición musical en su pequeña Antioquia de Maender, mucho menos relevante que una de la cuna de los primeros cristianos (allí comenzósele a llamar ese nombre a los seguidores de Jesús, el cristo) del mismo nombre, hoy la ciudad turca de Antakya, próxima a la frontera con Siria. Me desvio un tanto del tema apuntando cómo el mencionado Praxiteles fue quien primero hizo una escultura de mujer a tamaño natural, también con una representación de Afrodita; la hoy conocida como Venus de Cnido (o púdica dado su ingenuo gesto cubriendo su pubis), la modelo fue la legendaria Frisé, amante del escultor (o sui generis compañía al estilo de las geishas japonesas), conocida por hacer sido acusada de querer compararse con la misma diosa pero absuelta cuando el defensor, el célebre discípulo de Platón, Hipérides, la hiciera desnudar constatando que la comparación no era del todo injustificada. El nombre de Cnido o Cnidia se debe a la ciudad que recibiera la obra tras el rechazo hecho por la ciudad de Kos de esta versión algo “destapada” de la diosa (siempre hubo mojigatería aún en estos pueblos cuya fama de “disipados" ha llegado a nuestros dias); siendo ubicada en un pequeño templo en Cnido; fue llevada a Constantinopla en el tiempo cuando Grecia cayó bajo el Imperio Otomano, de donde se presume se perdió en un incendio durante las violenta revueltas de Nika a mediados del siglo VI; afortunadamente existen copias o versiones de esta pieza.
La controversia persiguió al menos a una de las versiones de la Venus de Cnido; se conoce como la Venus de Médici una versión al mármol de una escultura al bronce hecha a partir de la original de Plaxiteles; la “de Médici” de origen exacto desconocido era ya conocida cuando en 1638 fue expuesta en Villa Médici en Roma, gracias a las versiones reducidas al bronce hechas por el artista holandés William van Tetrode, (formado en el taller del renombrado Benvenuto Cellini) por encargo del conde de Pitiglaino para un regalo al rey Felipe II de España como parte de una colección de las más bellas esculturas “romanas” más famosas (se llamaba asi a las piezas griegas hechas bajo la dominación de romana). La Venus de Médici bien pudiera llamarse “Venus peregrina” por sus constantes traslados; inspiradora de versos de Lord Byron y el pincel de Lucca Giordano, fue llevada de Roma a Florencia en 1677, debido a la idea, según se dice, de estar provocando conductas impropias; pero antes de llegar a su ubicación actual en La Galería Uffizi (de los Oficios) hubo de pasar por Palermo y Paris, sin mencionar las innumerables copias entre ellas una muy aclamada en el Museo Metropolitano de New York.
De todos modos ni la fama de Plaxiteles ni la circunstancia de su mutilación, incluida la nariz incompleta, honor que comparte con la mismísima esfigie de la pirámide de Gizeh de Egipto, han logrado opacar la creciente fama de belleza de la Venus de Milo, envuelta a medias, con su sensual y firme vientre expuesto a las miradas, sus senos, erectos pero sin ánimo de competencia a los post-operados de cualquier protagonista de escenario de hoy, claro que estas otras no pasarán seguramente la prueba de los siglos así su maquillaje y arte de publicidad nos muestren rostros más perfectos que uno con una pequeña papada de mármol blanco, un ángulo nasal inexistente, flanqueado de una literalmente dura y fria mirada… Por fortuna la sensualidad de ese conjunto, su relevancia en general fue atinadamnete descubierta por Jules Sebastian Dumont, explorador y oficial de marina francés cuando su colega Olivier Voutler le mostró la recién descubierta pieza, al punto de hacerlo cabildear sus adquisición para su país con el embajador de Francia en La Porte (sede del gobierno del Imperio Otomano), Charles Francois de Riffardeau, Marqués de Riviere; los esfuerzos de Dumont (también conocido hoy por su presencia en Australia e islas del Pacífico) hubieran sido infructuosos si un representante del embajador no hubiera llegado a tiempo para impedir el embarque de la escultura en un navío rumbo a la capital otomana donde los saqueadores de la reliquia ya la habian negociado, en vista de la demora de los franceses, con Nicholas Mouroisu, traductor del sultán .
Observo varias veces las fotografías de esta obra, recuerdo la burda copia de yeso a todo tamaño que antecedía una de las escaleras laterales de la Academia de Artes San Alejandro en La Habana donde en los primeros cursos tuvimos de modelos esta y otras reproducciones de esculturas famosas (la cabeza del Lacoonte, el gladiador caido); de hecho el perfil de la Venus en relieve fue la prueba de ingreso al Nivel Medio de Artes de mi grupo después de un año de Nivel Elemental donde simultáneamente cursaba el último año de nivel secundario de enseñanza general y luego, claro, fue incluida en los estudios de historia del arte como un hito de la etapa clásica (asi la recuerdo aunque más adelante la he visto incluida en la etapa helenística, quizás aquella confusión entre Praxiteles y Alexandro de Antioquia justifiquien esta impresición)
Concluyo que la Venus sigue siendo bella, a lo cual puede contribuir todo ese anecdotario de sus viscisitudes para llegar al público de hoy y de mañana pero fundamentalmente por sus suaves curvas, el gesto confiado, la serenidad; si la despojamos de su halo ancestral puede todavía alcanzar al líbido tan atrofiado hoy por el bombardeo de las revista de modas y las escenas de amor en películas y novelas de la tele… imaginemos ese torso tan suave como lo sugiere su textura ausente de caricias desde hace tanto, imaginemos que por fin cae la tela de las caderas… Afrodita, tus hechizos me están alcanzando.

1 comentario:

LopezRamos dijo...

Roberto, me has hecho recordar las esculturas helenísticas que hay en los soportales de San Alejandro.
Un abrazo